Escafandra, una mirada nostálgica al México de los 90, el rock… y los vochos: César Gándara

César Gándara habló con SinEmbargo sobre su novela Escafandra, un libro lleno de nostalgia por los años 90 y que a lo largo de sus páginas muestra un México que se nos ha ido de las manos.

Ciudad de México, 28 de mayo (SinEmbargo).– Escafandra (Ediciones del Lirio) ofrece una mirada al pasado, al México de los años 90, una época en donde del descubrimiento del rock en español, de que las minorías podían tener una voz, compartió César Gándara, autor de este texto que recibió la Mención Honorífica del Premio Nacional de Novela Breve “Amado Nervo” 2020.

“La verdad es que este libro sí es muy nostálgico, porque creo que sí estamos viviendo una época muy diferente, un país, que aunque es el mismo, ya no es igual. Ha cambiado muchísimo, no solamente en el tema de cómo somos como sociedad y cómo la violencia ha ido avanzando muchísimo, aunque siempre ha existido, pero ese velo se fue quitando, se fue volviendo más, incluso, pornográfico, y es un poco esa nostalgia por ese tiempo, en el cual se vivían las cosas de otra manera”, comentó Gándara en entrevista con SinEmbargo.

La historia, que se desarrolla en Hermosillo, Sonora, sigue los pasos de Palomo un joven que ha tenido que lidiar desde que tiene memoria con las carencias afectivas y materiales, a las cuales les ha hecho frente de distintas maneras y gracias al apoyo de la familia de Natalio, su mejor amigo, que lo adopta y le da una madre adoptiva, Doña Amelia, y al mismo tiempo le abre la puertas al amor con Telma, su hermana.

La vida de Palomo transcurre entre el hambre, sus dotes por vender fayuca con Doña Amelia, el box y el sueño de una vida mejor, ya sea comprando a la Escafandra, el vocho que se mentaliza a comprarle a su jefa y madre adoptiva, o tratando de materializar su amor con Telma, con los obstáculos que se le irán colocando enfrente, como la presencia del Muerto, un amigo que irá abriendo a lo largo del relato una Caja de Pandora.

 

Escafandra ofrece una mirada al pasado, al México de los años 90. Foto: Especial.

“Palomo para mí es un personaje súper interesante que me atrajo mucho desde el principio, porque es un chavo que está metido en muchas encrucijadas, siempre se encuentra entre la espada y la pared, siempre tiene que estar tomando decisiones de qué va hacer con su vida, qué va hacer con su novia, que va a hacer con el vocho, qué va hacer con su mamá, qué va a hacer con su mamá adoptiva, y qué va a hacer con sus amigos, también, porque siempre está ¿o mis amigos o el box? ¿o mi novia o mi mamá adoptiva?, siempre está teniendo que tomar decisiones y siempre, no importa la decisión que tome, no importa para qué lado, siempre va a perder”, explicó en ese sentido César Gándara.

En la recta final de la novela, las drogas y la violencia —esos dos elementos con los que lidia el país hasta la fecha— marcan la vida de los personajes de Escafandra. El autor refirió que “las consecuencias en el caso de toda esta generación de amigos” terminan por ser determinantes en su destino, “y creo que cualquier persona que hemos tenido contacto con amigos que han estado muy cerca del tema de las drogas y de andar con grupos pandillas, y este tipo de cosas, normalmente los resultados son un poco trágicos”.

Con respecto al elemento de la violencia, Gándara puntualizó:

“No es que no existiera antes, sí existía pero era como que en esta doble moral que vivíamos, era como ‘el mundo del narcotráfico está por allá escondido, y la vida, normal, cotidiana es otra cosa y no se toca’, por lo menos eso nos hacían creer en los 90, y este tipo de cosas es cuando se empiezan a entretejer estas dos posibilidades”.

—Cuando lees Escafandra es notoria esta rememoración que haces del pasado. ¿Escribes el libro a través de la nostalgia de ese pasado que se nos ha ido de las manos?

—Un poco sí. La verdad es que este libro sí es muy nostálgico, porque creo que sí estamos viviendo una época muy diferente, un país, que aunque es el mismo, ya no es igual. Ha cambiado muchísimo, no solamente en el tema de cómo somos como sociedad y cómo la violencia ha ido avanzando muchísimo, aunque siempre ha existido, pero ese velo se fue quitando, se fue volviendo más, incluso, pornográfico, y es un poco esa nostalgia por ese tiempo, en el cual se vivían las cosas de otra manera, y es una nostalgia también por un tema de juventud, de pérdida de la inocencia, de descubrir que la vida no es lo que uno imaginaba o con lo que uno soñaba, sino más bien descubrir que la vida es lo que es, y aveces no nos puede gustar pero así es.

 

 

Todo eso mezclado también con una época en la cual para mi fue muy importante porque era el descubrimiento del rock en español, el descubrimiento de que las minorías podían tener una voz, en este caso el death metal, el thrash, todos estos géneros que significaban algo, que significaban rebeldía, que significaba ir en contra de muchas cosas, tener el pelo largo significaba muchas cosas, y también eso se fue perdiendo con el paso del tiempo, y ahora básicamente eso ya no significa nada.

—Cada uno de tus personajes tiene que enfrentar su realidad y pareciera que los que más tienen prefieren escapar de ella, Palomo que es muchas veces el que menos tiene, es a quie, lo rige una especie de código más fuerte que los demás, ¿qué piensa de eso, va por ahí?

—Palomo para mí es un personaje súper interesante que me atrajo mucho desde el principio, porque es un chavo que está metido en muchas encrucijadas, siempre se encuentra entre la espada y la pared, siempre tiene que estar tomando decisiones de qué va hacer con su vida, qué va hacer con su novia, que va a hacer con el vocho, qué va hacer con su mamá, qué va a hacer con su mamá adoptiva, y qué va a hacer con sus amigos, también, porque siempre está ¿o mis amigos o el box? ¿o mi novia o mi mamá adoptiva?, siempre está teniendo que tomar decisiones y siempre, no importa la decisión que tome, no importa para qué lado, siempre va a perder.

Me gustaba mucho explorar eso en Palomo, creo que es un chavo también muy de barrio, es un chavo que simboliza muchas estas oportunidades que casi no se tienen cuando estás sobre todo de clase media-baja o baja, y donde una de las pocas salidas que hay para poder triunfar o ser exitoso dentro de este mundo es el box, justamente, y Palomo es un chavo que le gusta el box, es un chavo muy diferente a todos sus amigos, porque todos ellos hablan, a él también le gusta el box, pero ellos hablan más tirando, como diríamos en mi pueblo, “tirando mas aceite que un pecero”, echando desmadre, pasandosela bien, y él siempre está tratando de buscar el equilibrio, de ser un joven empresario que está buscando la manera de resolver su vida económicamente pero al mismo tiempo perseguir sus sueños.

 

La historia de César Gándara, que se desarrolla en Hermosillo, Sonora, sigue los pasos de Palomo un joven que ha tenido que lidiar desde que tiene memoria con las carencias afectivas y materiales. Foto: Especial.

—¿Dónde quedó la contracultura, parece que eso que hablas pasó hace muchísimo, que ya no existe?

—Estoy convencido que pasó algo, creo que los 90, a los que nos tocó vivir esa época, vivimos una euforia y un boom, en el cual el rock se empezó a convertir en un fenómeno de masas, dejó de ser esta cuestión de la música de minorías, de grupos y todo, y de repente, no tanto con el Death metal, el Death metal siempre ha estado en el lugar donde ha estado, pero el rock en español, por ejemplo, todos esos grupos del under, Liverpool, Mánchester, y todas esas partes, que de repente explotaron y se volvieron grupos, que competían con Madonna o con cualquier tipo de artista famoso, masivo a nivel mundial.

Y luego como que pasó esa moda, se ponchó eso, volvió el rock a ser lo que era un poco antes, un grupo de minorías, un grupo donde una generación se une por la música y por la manera de pensar, etcétera, pero se perdió algo en el camino, yo siento que sí se perdió algo en el camino, bueno también internet, el mundo, las nuevas generaciones ya tiene una manera diferente de ver las cosas, y entonces también este grito de libertad, este grito de querer alzar la voz, por el simple hecho de hacerlo, aunque no dijeras nada, creo que ya no es tan necesario porque ya se han ganado como ciertas libertades, ciertos espacios, entonces como que el rock se fue a un rinconcito en donde habemos mucha gente que lo seguimos escuchando, volvimos a ser minorías, pero sí cambió, cambió mucho, y en ese sentido la contracultura creo que también.

La verdad es que la contracultura ya está muy institucionalizada. ¿Cuándo ibas a pensar que se iba a legalizar la marihuana en México, por ejemplo? Creo que también hay muchas discusiones, muchos temas que han ido cambiando, que han sido batallas que no se han dado solas, pero también el mundo ha cambiado, entonces la contracultura se ha vuelto una cosa que yo ya no sabría definir exactamente qué es.

—Ahora ya en redes sociales cualquiera puede decir cualquier cosa…

—Claro sí, totalmente, la tecnología sí ha tenido una gran influencia. En este caso de Escafandra, para mí sí era muy importante retratar lugares fuera de la Ciudad de México, en este caso particular Hermosillo, aunque tengo muchos amigos de Saltillo, de Monterrey, Guadalajara, incluso hasta el propio Tijuana, donde se vivía una contraparte de estos grupos que eran reducidísimo, marginadísimos y muy mal vistos, muy mal tratados, por una sociedad ultra conservadora, sobre todo cuando estamos hablando de Hermosillo, de Tijuana, de Saltillo, de Monterrey, entonces el simple hecho de escuchar esa música, y era estar fijando una posición y estar en contra de todo lo que se supone que debería ser en esos pueblos, en esos grandes pueblos que se gustan autonombrar ciudades, y que justo en esos momentos menos que nunca lo eran. Había una gran contradicción entre esta nueva pujanza y esta nueva llegada de la avanzada cultural-tecnológica que estaba cochando contra estas sociedades que eran ultra conservadoras.

—Otro de los tópicos que toca tu libro es el tema drogas, lo vas introduciendo, porque es el punto de inflexión en la historia si lo ves en términos muy generales, también abordas como empieza a impactar el consumo de drogas a partir de estas generaciones

—Sí, claro, es decir ese siguen siendo un gran tema, pero en este caso particular, por ejemplo de Palomo se ve en el mismo momento en el que él se está convirtiendo en adulto empieza a enfrentarse a estas situaciones en las cuales tiene que tomar decisiones de qué hacer con su vida, y en la cual sus amigos también las empiezan a tomar, y la momento de tomar estos diferentes caminos pues obviamente hay consecuencias, las consecuencias en el caso de toda esta generación de amigos que deciden irse por el camino de las drogas, vemos que las consecuencias son muy fuertes, y creo que cualquier persona que hemos tenido contacto con amigos que han estado muy cerca del tema de las drogas y de andar con grupos pandillas, y este tipo de cosas, normalmente los resultados son un poco trágicos.

—Al final tus personajes se ven envueltos, tanto el Muerto, como Natalio y Palomo, en esta violencia, en esta violencia que terminó por inundarnos a todos…

—Sí, para mí era muy importante, no es que no existiera antes, sí existía pero era como que en esta doble moral que vivíamos, era como ‘el mundo del narcotráfico está por allá escondido, y la vida, normal, cotidiana es otra cosa y no se toca’, por lo menos eso nos hacían creer en los 90, y este tipo de cosas es cuando se empiezan a entretejer estas dos posibilidades, y otra cosa que me interesaba mucho trabajar era el tema de todo lo que sucede es consecuencia de las acciones los personajes, no hay nada fortuito, no hay un deus ex machina, toda las circunstancias que están dadas son por decisiones que ellos deciden tomar.

—No es fortuito, no es que el destino me deparaba esto, cada uno de ellos va armando su propio fin….

—Finalmente, en el sentido literal del término, son trágicos los finales, pero finalmente son finales construidos por los propios personajes, por sus decisiones.

 

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